viernes, 12 de enero de 2018

La literatura en en el Renacimiento

El Renacimiento fue un movimiento cultural y artístico que se desarrolló en Europa en los siglos XV y XVI, aproximadamente, aunque en Italia esta corriente comenzó a dar sus primeros pasos casi un siglo antes.


La palabra Renacimiento hace alusión a la tendencia a volver los ojos a la cultura clásica, pero también a promulgar las ideas humanistas basadas en la razón, la ciencia y el antropocentrismo.





Lírica

La lírica renacentista y barroca fue de inspiración petrarquista. Aunque el Renacimiento triunfará definitivamente en Europa en el siglo XVI, esta etapa de renovación cultural, asociada al Humanismo,  ya se venía gestando en Italia,especialmente en Florencia, desde el treccento y el cuatroccento (siglos XIV y XV). Un grupo  de poetas y artistas continuó la labor iniciada por Petrarca para renovar la poesía italiana y exportarla al resto de países europeos. Estos artistas fueron Pietro Bembo, Jacopo Sannazaro, autor de la influyente Arcadia, una novela compuesta por 12 églogas que se inspira en la Bucólicas virgilianas y que favorecerá el auge y éxito de la novela y temática pastoril en el siglo XVI.

En España la lírica petrarquista fue adaptada con éxito al castellano de la mano de Garcilaso de la Vega y Juan Boscán. La musa del primero fue la dama portuguesa Isabel Freire; sus famosos sonetos, canciones y églogas son la mejor expresión de la lírica renacentista de inspiración petrarquista.
En la segunda mitad del siglo XVI San Juan de la Cruz y Fray Luis de León adaptaron la lírica profana italianizante de inspiración pagana latina al nuevo clima de preponderancia de lo religioso instaurado con la Contrarreforma tras el Concilio de Trento.
Fernando de Herrera es el poeta más puramente petrarquista de la segunda mitad del siglo XVI.
El Barroco, expresión de una época de crisis y decadencia política, económica y social, oscureció la forma con el conceptismo de Quevedo o Lope de Vega , también su exacerbación culterana de la mano de Góngora, pero mantuvo el espíritu y los temas de inspiración petrarquista y reminiscencias latinas. Junto a las composiciones burlescas de Quevedo o Góngora, podemos encontrar composiciones de clara inspiración petrarquista como el famoso soneto de Góngora “Mientras por competir con tu cabello”, actualizaciones de tópicos renacentistas como el carpe diem y el collige, virgo, rosas. No obstante, el pesimismo y el desencanto impregnan casi todos los poemas de temática amorosa, en los que se pone el énfasis en el paso del tiempo (tempus fugit) o la presencia inexorable de la muerte (quotidie morimur). Aun así, el amor es una fuerza poderosa que puede desafiar a la misma muerte ,como nos recuerda Quevedo en su soneto “Amor constante más allá de la muerte”. Como sucede con los poetas metafísicos ingleses, la temática religiosa y trascendental es característica de gran parte de la lírica barroca española, presente en algunos de los mejores poemas de Lope de Vega y, especialmente, en las composiciones filosóficas o morales de Quevedo. Incluso las reflexiones sobre la decadencia del imperio español, asociadas a la obsesión por la muerte y el paso del tiempo, son tratadas por poetas como este último, en su proverbial soneto “Miré los muros de la patria mía”.

En Francia, el grupo denominado La Pléiade, formado por siete poetas, como las estrellas que componen la constelación que lleva este nombre, cuyos máximos exponentes fueron Pierre Ronsard y Joachim du Bellay, adaptó al francés la lírica petrarquista y los tópicos latinos típicamente renacentistas. Aun así, este grupo acabó superando la lírica petrarquista al enriquecer sus composiciones con nuevos temas  como la naturaleza, el goce de los placeres, el paso del tiempo, la política o la realidad contemporánea francesa. Proverbiales son los sonetos que Ronsard dedicó a su musa Helena, en los que reflexiona sobre el paso del tiempo e incita a la amada a aprovechar el momento y la juventud: tempus fugit, carpe diem y collige, virgo, rosas.
A finales de siglo XVI, François de Malherbe  establece las bases de lo que será el clasicismo francés, teorizado después por Nicolás Boileau. El clasicismo supuso un encorsetamiento de la creatividad, ya que se hace prevalecer la técnica sobre la inspiración y se fomenta la expresión contenida de los sentimientos, la claridad de la expresión poética y el uso del verso alejandrino. Algunos autores –los llamados poetas libertinos– se rebelaron contra el clasicismo imperante desde Malherbe, y otros, como Jean de La Fontaine, famoso por sus fábulas, aun respetando las normas formales, innovarob incorporando el humor y la crítica de costumbres en sus composiciones.

En Inglaterra el introductor del soneto es Thomas Wyatt y Henry Howard, su perfeccionador. Pero tendremos que esperar a la era isabelina en la segunda mitad de siglo XVI para ver florecer la nueva poesía de la mano de Edmund Spenser, Philip Sidney y W. Shakespeare.
Ya en el siglo XVII destacan Ben Jonson (también famoso dramaturgo) o Robert Herrick, autor del proverbial poema “A las vírgenes, para que aprovechen el tiempo”, ejemplo perfecto de los tópicos carpe diem y collige, virgo, rosas.
En este siglo, paralelamente a lo que ocurre en el barroco español, destacan los llamados por Samuel Johnson poetas metafísicos, cuyo máximo exponente es John Donne. Este poeta, de manera análoga a Quevedo, es capaz de combinar las composiciones amorosas más puras, con las de agudeza irónica y lenguaje coloquial y con las de una honda religiosidad y preocupación obsesiva por la muerte y el paso del tiempo.
En la segunda mitad del siglo XVII sobresale John Milton, autor del poema épico de inspiración dantesca El Paraíso Perdido.

En Portugal la introducción del petrarquismo la llevaron a cabo Sáa de Miranda  y, sobre todo, Luis de Camões, introductor de los nuevos metros italianos, cuyo poema épico Os Lusíadas, que narra los viajes del descubridor portugués Vasco de Gama, es una de las obras cumbre del renacimiento portugués.

Narrativa

Es útil clasificar la narrativa renacentista atendiendo a la voluntad de los autores de reflejar la realidad o de crear una obra de ficción para evadirse de ella. La primera perspectiva es la narrativa realista; la segunda, la narrativa idealista.

Narrativa idealista 

Está compuesta por los siguientes subgéneros:

Narrativa de caballerías

La más famosa es Amadís de Gaula, de origen medieval y compuesta casi en su totalidad por Garci Rodríguez de Montalvo. Se publicó en 1508 y tuvo tal éxito que pronto surgieron continuaciones o nuevas sagas como la de los Palmerines.
Quizá el mejor libro de caballerías de la península es Tirant lo Blanc, del valenciano Joanot Martorell.

Narrativa pastoril

Género típicamente renacentista, en el que se idealiza la vida en el campo: las obras se ubican en parajes naturales idílicos y serenos (locus amoenus), donde refinados pastores establecen platónicas relaciones amorosas. La obra castellana más famosa es La Diana  de Jorge de Montemayor, claramente influida por La Arcadia del italiano Sannazzaro, texto que fija las pautas del género bucólico actualizando los clásicos de Virgilio y Horacio.
La literatura pastoril renacentista tiene también espléndidas manifestaciones líricas, como las Églogas de Garcilaso de la Vega.

Narrativa morisca

Este género renacentista, al igual que los llamados romances fronterizos o moriscos, narra, con mayor o menor fidelidad, sucesos históricos relativos a las luchas fronterizas entre moros y cristianos. Los personajes son un dechado de perfecciones, prototipo de belleza, nobleza y valor, cualidades que se exaltan en todo momento. La novela morisca más famosa es Historia del Abencerraje.

Narrativa bizantina

El siglo XVI populariza, asimismo, una estructura de relato de aventuras que revive viejos esquemas narrativos desarrollados por autores de la antigüedad helénica y de la Edad Media.
El esquema narrativo es siempre el mismo: separación; aventuras; anagnórisis o reencuentro.
A finales del siglo XVI Cervantes escribió una novela de este subgénero: Persiles y Segismunda.

Narrativa italianizante

Relatos breves que sirven de entretenimiento y que se basan en obras italianas, sobre todo de Boccaccio. Esta narrativa breve seguirá dos direcciones: el cuento y la novela corta.
El autor más representativo de esta tendencia es el valenciano Juan de Timoneda, cuya obra más conocida es El Patrañuelo, un conjunto de narraciones breves a la manera de cuentos novelados, designadas como patrañas.

Narrativa realista 

Conforman el género la novela celestinesca y la novela picaresca

El género celestinesco surge tras el éxito de La Celestina. Merece destacarse La lozana andaluza  de Francisco Delicado, un eslabón entre el género celestinesco y el picaresco.

El género picaresco surge en un contexto social y económico problemático, en el que estallan diversas polémicas sobre la mendicidad. La obra fundacional del género es El Lazarillo de Tormes, pero la obra cumbre es Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán. Destaca también El buscón de Quevedo, una muestra del género típicamente barroca.

Teatro

En el caso del teatro, este se vio inmensamente favorecido por este cambio de pensamiento, ya que empezaron a componerse obras dramáticas enfocadas desde el hombre para el hombre, más centradas en los personajes y sus costumbres que en la moralidad. Además, en este período se produjo un hecho clave para la difusión de las ideas a través del papel: el descubrimiento de la imprenta por Gütenberg, lo que propició la publicación de obras literarias y su lectura, así como la aparición de clases sociales más cultas que gustaban de la buena literatura o mecenas que sentían ansias de invertir en los nuevos talentos.
En este periodo las ciudades crecen muy rápidamente y aparecen nuevos espectadores, como los artesanos o los comerciantes, que reclaman un teatro de diversión, sin argumentos doctrinales ni políticos. Este nuevo público permite a las compañías no tener que salir de gira para mostrar sus espectáculos y posibilita la creación de los primeros teatros permanentes, los corrales de comedias, construidos en los patios interiores de las manzanas. Así, las compañías ambulantes pueden estabilizarse en los núcleos urbanos.
En esta época se produce también otro tipo de teatro: los autos sacramentales. Son espectáculos de gran suntuosidad que se realizan principalmente en la corte, pero que también se pueden representar en las calles de la ciudad.

Durante el Renacimiento se conservan casi todas las formas teatrales existentes en la Edad Media. El Concilio de Trento prohíbe las representaciones dramáticas dentro de los templos.



 En este periodo encontramos tres tipos de prácticas escénicas: la cortesana, la populista y la erudita.

El Teatro Cortesano

Es el que produce los espectáculos que se disfrutan en la corte. Las representaciones, concebidas para un público selecto, son fastuosas y grandilocuentes, y mezclan música, danza y teatro.

El Teatro Populista

Está dirigido a un público muy amplio. Los argumentos son accesibles y conocidos por todos, y las representaciones tienen lugar en los espacios públicos, en calles y plazas, o bien en las iglesias. Las piezas están escritas en las lenguas vernáculas y buscan sólo el entretenimiento y la diversión.

El Teatro erudito

Los círculos intelectuales y humanísticos promueven durante el Renacimiento una práctica escénica erudita con la voluntad de influir sobre la población. Con este teatro, las clases ilustradas pretenden manifestar su posición respecto al aparato de poder del estado, de carácter absolutista, del que han sido excluidas.
La commedia dell'arte es uno de los géneros más populares del Renacimiento. Surge en el siglo XVI y alcanza su máximo esplendor en el XVIII. Son representaciones basadas en un guión, llamado canovacci, que se utiliza como guía para que los actores improvisen. Presentan una serie de personajes arquetípicos, la mayoría de los cuales llevan una máscara que facilita que el público los identifique rápidamente. Practican este género compañías ambulantes de actores profesionales que suelen poseer una gran habilidad interpretativa.

Los temas solían ser enredos amorosos, los celos... La proporción de texto y gesticulación podía variar en función del país donde estuviera actuando la compañía.

El periodo Barroco que surge a partir del Renacimiento, supuso un período de esplendor del teatro como género literario y como espectáculo que se extendió desde Italia al resto de Europa en el siglo XVII.Los teatros nacionales, que se conformaron durante este siglo, tienen características propias y diversas. Durante esta época se convierte en una actividad profesional, cuenta con espacios fijos propios y con una amplia aceptación del público, por lo que se constituye como un negocio. El teatro se convirtió entonces en la más importante diversión del pueblo.

Sin embargo, la fiebre teatral no solo afectó a las clases populares; los monarcas y nobles constituyen la otra fuente de demanda dramática.

El teatro isabelino

Aparece en Inglaterra durante el Renacimiento y se extiende al Barroco, es una denominación que se refiere a las obras dramáticas escritas e interpretadas durante el reinado de Isabel I de Inglaterra, y se asocia tradicionalmente a la figura de William Shakespeare.
La mezcla de géneros propia del renacimiento inglés fue también experimentada por los isabelinos, cuyas tragedias y comedias mantuvieron sin embargo una mayor separación irónica y realista. Muchas grandes comedias de Shakespeare e isabelinas, lo cómico se mezcla fatalmente con lo trágico, como por otra parte ocurre en el cine moderno.
El teatro isabelino introduce asimismo toda una serie de técnicas teatrales de vanguardia que fueron utilizadas siglos más tarde por el cine y la televisión. El escenario inglés de finales del siglo XVI presenta un frecuente y rápido sucederse de escenas que hacen pasar rápidamente de un lugar a otro, saltando horas, días, meses con una agilidad casi pareja a la del cine moderno. El verso blanco, carente de rima, utilizado para escribir las obras juega una parte no menor confiriendo a la poesía la espontaneidad de la conversación y la naturalidad del recitado.

Las mujeres no podían subir al escenario a actuar, por considerarse que esa actividad era deshonesta, incluso estaba prohibido por la ley, y asi se mantuvo durante el siglo XVII. Los personajes femeninos eran entonces representados por muchachos, jóvenes sin barba.

El siglo XVI es un momento de búsqueda y convivencia de varias tendencias teatrales: la dramaturgia religiosa (Gil Vicente), el clasicismo (Juan de la Cueva), los italianizantes (Juan del Encina, Bartolomé Torres Naharro) y la tradición nacionalista (Juan de la Cueva). En este siglo comienza la primera parte del llamado Siglo de Oro Español.La obra dramática más importante de este período es La Celestina de Fernando de Rojas. En realidad es una comedia humanista, hecha más para la lectura y reflexión que para la escena. Se trata de una obra excepcional, magnífico retrato de la época y modelo de la literatura galante posterior. Es una obra de complicada estructura dramática que no fue representada en su época y que aun sigue teniendo enormes dificultades para su puesta en escena.

Los Corrales de Comedias

En el último tercio del siglo XVI, se configuró un modelo de teatro específico: los corrales o casas de comedias.
Los corrales surgieron promovidos por las cofradías, a las que el rey Felipe II concedió el privilegio de representar comedias para hacer frente a las necesidades hospitalarias de beneficencia que promovían.
Hasta entonces las representaciones no solo se habían hecho al aire libre, sino en otros espacios como hospitales, catedrales, centros universitarios o colegios jesuitas donde tenían una finalidad docente. Así, la fiesta teatral establecía su propio ámbito en función de la institución que promovía la obra.


Características del Renacimiento

La Piedad, de Miguel Ángel
El Renacimiento es un movimiento cultural que tuvo lugar entre los siglos XV y XVI en Europa y sirvió como transición de la Edad Media a la Edad Moderna. Aunque la evolución del arte en el Renacimiento es la más destacada, también se produjeron avances en las ciencias, la política y la filosofía. En el Renacimiento se difundieron ideas humanistas (que dan importancia al hombre como el centro del universo) y se volvió a los valores de la cultura clásica griega y romana.




Algunas de sus características son:
Hombre de Vitruvio, de Leonardo da Vinci
  • Valorización de la estética artística grecorromana: Los artistas del Renacimiento defendían que el arte grecorromano tenía un mayor valor estético y cultural que el de la Edad Media. Esto llevó a que, por ejemplo, las esculturas renacentistas se parezcan a las esculturas de la antigua Grecia.
  • Humanismo: visión del hombre como el centro de la historia de la humanidad. Este punto de vista (el antropocentrismo) se presenta como el opuesto a la visión teocéntrica de la Edad Media (Dios es el centro de todo).
  • Importancia de la ciencia y la razón: el Renacimiento defendió que la mayoría de hechos y fenómenos tienen una explicación científica. El Renacimiento fue un movimiento importante para el desarrollo de los experimentos científicos y el pensamiento racional y lógico.
  • Búsqueda del conocimiento: el Renacimiento buscó comprender el mundo mediante el estudio de las diversas ciencias como la biología, la química, la astronomía, las matemáticas...
  • Optimismo: hay una valorización de la vida terrenal sobre la vida eterna, los renacentistas querían disfrutar del presente, plasmado en la frase carpe diem, que quiere decir “aprovecha el momento”.